miércoles, septiembre 07, 2005

Los periodistas no somos los medios (y, ¿qué carajos se escribe en una editorial?)


El problema jamás ha sido escribir. El ejercicio de plantearse frente a una editorial no es mayor, ni difícil, ni excesivamente complejo, es más, los que tienen cierto afán por la escritura y por el cultivo del ego, terminan deviniendo en la redacción de sus ideas a modo de estar en algo importante.
Y por supuesto, yo no lo estoy.
Ante la avalancha de nacientes columnistas de nuestra nación, editorialmente he decidido declararme desierto de ópticas que me hagan digno de una revista fashion- alternativa-tecno-naturista.
Entonces, descartadas las lechugas, las aguas minerales, el consumo de drogas y de mercado, es que he decidido –en defensa propia- manifestarme ciudadano
(RAE: Natural o vecino de una ciudad, hombre bueno)

Mi patalética profesional

Desde que en la nación-encuesta nos traen a los chutes y semanalmente los candidatos a la presidencia suben o bajan en captación de voto, desde que el periodismo (como articulador del sentido de lo colectivo) perdió su sentido de las ingenuas teorías de la objetividad y ganó terreno la información-producto para el “consumidor de información” que la lógica tras el reporteo y el derecho a la información se perdió en un espíritu de masa moldeable y alejado de los temas que, conglomerados como El Mercurio o Copesa juran de güata, sirven.
Ante esta cruda realidad, manifiesto mí exculpa: Los periodistas no somos los medios.
Es verdad que tenemos una ética, pero no tenemos veedores de medios que controlen los abusos que pueden permitirse en un medio, es verdad –también- que la explosión desregularizada de las escuelas han generado tal grado de cesantía que muchas veces la ‘oportunidad’ de trabajo se asume en una postura acrítica cuando se ve la fila de postulantes dispuestos a descabezarse por un sueldo de hambre.
¿Qué sucede -en la práctica- con esta dependencia sin cláusula de conciencia posible? se pierde la sustentabilidad ética que dio forma al periodismo: la búsqueda de la verdad. Y que nos queda, una función gris-burócrata que se traduce en reproducir información que jamás es puesta en duda en su dimensión de verdadera, útil o necesaria para un ciudadano que debe ser
informado oportuna, veraz y lealmente.

"¿Qué sucede -en la práctica- con esta dependencia sin cláusula de conciencia posible? se pierde la sustentabilidad ética que dio forma al periodismo: la búsqueda de la verdad. Y que nos queda, una función gris-burócrata que se traduce en reproducir información que jamás es puesta en duda en su dimensión de verdadera, útil o necesaria para un ciudadano que debe ser informado oportuna, veraz y lealmente."


Alain Accardo, en un artículo publicado en el diario Le Monde diplomatique ‘El periodismo frente a los medio de cooptación” explica:
“Para que la información de prensa esté garantizada lo mejor posible en el mejor de los mundos capitalistas, es preferible dejar que el personal periodístico haga libremente su trabajo, o más bien, darle la sensación que su trabajo no obedece a otra exigencias que las que impone el ‘juego periodístico. Para ello es necesario y suficiente confiar las riendas del poder periodístico en las redacciones a hombres u mujeres calificados de ‘grandes profesionales’, lo que particularmente significa que han dado siempre garantías de su adhesión a una visión del mundo, cuyas creencias comparten con sus empleadores. Luego de ocupar con profesionales ideológicamente confiables los puestos de mando superior, no hay más que dejar funcionar el mecanismo de cooptación que garantiza un reclutamiento que evita en la mayoría de los casos, la entrada de zorros en el gallinero o de herejes en misa. Así es como los medios están sólidamente controlados por una red a la que le basta trabajar ‘como siente’ para trabajar ‘como debe’, es decir, para defender las normas y valores del modelo dominante, consensuado en una derecha falta de ideas y una izquierda falta de ideales”.

La ética de la empresa

Hay un grupo no menor de personas que cree que le carácter privado de ciertas empresas les basta para ser consideradas juguetes de sus dueños. Meras instituciones que se dedican al lucro y a los antojos del que originalmente puso –o heredó- el billete.
Para un medio de prensa, un consejo integrado por todos los afectados por la libre expresión (Empresa periodística-Estado-Ciudadano) debería ser la solución, sin embargo, fiel al mito del juguete abc1, el duopolio chileno trabaja en su propia, derechista y montana “línea editorial”.
Preguntarse si a un medio privado se le puede exigir una ética social es evidente. Si aplicamos el concepto de juguete (muy típico del pataleo empresarial) evidentemente que no, pero si aplicamos el nivel del impacto social de los medios periodísticos, no nos queda ninguna duda:
“Cuando las elecciones tienen un impacto social, tienen que responder ante la sociedad y por eso se ha de medir muy bien sus pasos. En este sentido, a nadie se le oculta que las organizaciones y las instituciones tienen una responsabilidad social innegable, no sólo porque sus opciones repercuten en la sociedad, sino también porque los fines que persiguen son sociales” se puede leer en el primer capítulo de “ética de la empresa” de la catedrática española y especialista en ética, Adela Cortina.
Y no es menor, si asumimos que los medios privados son sociales, y por ende, una solución coherente estaría en cortar la oligarquía privada con que se ejercen sus criterios y ampliar la mentada línea editorial por una línea dialógica, donde los involucrados en el proceso justo de ser informado, puedan estar representados.
Es ciudadano exigir medios para nosotros.
Es moralmente aceptable que se permita a los profesionales de un área determinada ser asesorados precisamente por las personas que dan sentido a su estudio universitario y a su práctica profesional
Asumiendo que el periodismo es lo que cotidianamente sabemos que existe (¿se sabe -masivamente- de los sucesos que no salen en los diarios?), la agenda semanal y de lo que normalmente hablamos, despegarse de la obligación de organizarse para exigir el periodismo que como ciudadanos merecemos es lo mismo que permitir que nos sigan escribiendo las noticias desde un púlpito elitista, lejano y sinceramente, cuestionable.


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