martes, noviembre 13, 2018

Partes de un elogio (sin fin).

1.- El 6 de noviembre de 2017, al igual que toda la semana, mi nana consultó con su bisnieta Débora qué día era. Esperó algunas horas para no molestar y desearle feliz cumpleaños a mi madre. Mi mamá, en una corazonada, decidió llamarla. Conversaron un rato corto, íntimo, pequeño y apagado, con nada de lo que sobra después de 55 años de vida juntas.
2.- Quince minutos después de colgar llamó su bisnieta: mi nana había muerto. Y toda esa semana que había pasado preguntando qué día era parecía haber llegado a la última meta que pretendía: Decirle feliz cumpleaños a la niña que conoció de 15 y que el año pasado cumplía 70 años.
3.- Rosa Elena Muñoz Farías vivió 89 años. Se educó en un internado donde supo dos años después que su madre había muerto porque nadie le avisó. Trabajó desde los 11, tuvo tres hijos, 16 hermanos, su único hermano hombre desapareció con los milicos, no se casó nunca y desde el '64 votó por la DC porque con ellos y la organización de muchas mujeres lograron lotear unas chacras perdidas que se convertirían décadas después en Colón 9000.
4.- Odiaba cocinar. No conocí de aliños, postres, salsas ni nada que no saliera estrictamente de lo que se puede cocinar mientras se hacen otras cosas. En este caso eran bastantes, aunque elementalmente manejar “la corte de los milagros”. Ahí entre locuras poco agraciadas, a gritos algunas veces, ella destacaba por su sensatez inexpugnable. Nos dio una patria cuando mi mamá trabajaba y un regalo muy preciado: saber distinguir lo que importa.
5.- Sus tres hijos y sus tres nietos fueron parte de nosotros tres también. Sus hijos fueron al mismo liceo que las hermanas menores de mi mamá, en años donde el clasismo nacional tenía más excepciones que hoy. Así, la Yeni, la Licha y el Vito junto a la Yoana, el Gonzalo y la Daniela fueron parte elemental de nuestro abrigo familiar. Nuestra familia también.
6.- Nunca la vi llorar, salvo cuando murió la Yeni. Las dos eran tan parecidas. Chiquititas, bajo el metro 45, con ese tipo de decisión febril que hace a un país levantarse y moverse. Fue un cáncer horrible, la desfiguró, la hizo gritar de dolor. Años después un doctor dijo que ella tenía un "duelo patológico", un duelo que no lograba elaborar. Como si la pena de una pérdida tuviera alguna ingeniería por hacerse o en algún minuto médico se deba terminar.
7.- Yo no tenía idea cómo se extraña a un ser querido, porque mis muertos son algo difíciles de querer, aunque no tanto de extrañar. Extrañar sí sabía, pero querer y extrañar, no. Es rara la nostalgia, tiene como dos acciones, de ida y vuelta, como te extraño y te quiero, como voy con ven. Es un sentimiento que queda estable, pero en movimiento, porque la otra persona no cambia su condición. El tema es que queda este sentimiento de dos direcciones, como un duelo permanente. Patológico dirían por ahí.
8.- Mi hijo la recuerda poco y mi hija casi nace el día de su funeral. Se llama Elena por ella.
9.- El Mercurio no nos dejó publicar un obituario porque no éramos familia, pero qué sabe ese pasquín de pacotilla de lo que éramos y somos.
10.- Feliz cumpleaños Mamá, que felicidad poder celebrar otra año juntos, aunque sea a al distancia. Y tú, nanita, nanadre, mamadre, tantas gracias por los 37 años que me acompañaste y los 55 junto a mi mamá.


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